Hace tiempo que los videojuegos dejaron de ser un pasatiempo de nicho y se integraron de lleno en la cultura popular, mientras hoy en día se discute su gran potencial en la educación.
En México, 55.8 millones de personas juegan videojuegos asiduamente, en Estados Unidos son 211 millones y la India registraba 198 millones de jugadores tan solo en el sector móvil durante el 2015 con potencial de multiplicarse a 628 millones en el presente año, dice una publicación reciente del Observatorio de Innovación Educativa del Tec de Monterrey.
Las personas que juegan videojuegos como pasatiempo pasan un promedio de siete horas y siete minutos a la semana jugando. Los que más juegan, que representan un 19.6%, lo hacen durante 12 horas a la semana. Pero, ¿cómo aprovechar esta afición compartida por tantas personas en un recurso educativo?
eSports y comunidades de aprendizaje
Desde el surgimiento de los eSports, los videojuegos se convirtieron no solamente en un medio de captación de talento deportivo para las universidades, sino en un catalizador para crear comunidades en las que los estudiantes pueden convivir y aprender paralelamente a lo que se les enseña en la escuela.
De acuerdo a la Federación Escolástica de Esports en Norteamérica (NASEF por sus siglas en inglés), los videojuegos no tienen que ser una actividad solitaria; cuando se les integra a programas extra-curriculares crean una plataforma para adquirir habilidades como comunicación asertiva, colaboración y resolución de problemas.
Los beneficios a nivel social de la práctica de los videojuegos en un ambiente educativo son significativos y acompañan a los estudiantes hasta su vida adulta. A través del juego se pueden romper las barreras entre grupos de diversos puntos de vista y herencias culturales a la vez que se facilitan las relaciones saludables entre los alumnos y se les favorece en su autoestima mediante la superación de retos.
Los videojuegos y la capacidad cognitiva de adaptación
Los videojuegos competitivos no solamente sirven para un rato de diversión o para liberarse del estrés. De acuerdo al Dr. Adam Gazzeley, profesor de la Universidad de California en San Francisco, hay una relación directa entre el dominio de los videojuegos competitivos y la capacidad cognitiva de adaptación. La clave para trabajar la capacidad del cerebro a adaptarse y obtener conocimiento nuevo es la plasticidad. Gazzeley, quien también diseña juegos para combatir la pérdida de memoria relacionada con el envejecimiento, demostró con un juego realizado en 2016, que los videojuegos ayudan a mejorar la capacidad multitareas de las personas de la tercera edad a un punto equiparable al de personas en sus 20’s.
De la misma forma, la Dra. Daphne Bavelier, neurocientífica cognitiva en la Universidad de Ginebra, usó videojuegos competitivos de acción para medir y potencializar el nivel de atención al detalle en los estudiantes. Bavelier y su equipo encontraron que el nivel de percepción de los estudiantes podía aumentar desde tan solo un poco hasta llegar a un nivel superior de flexibilidad cognitiva. De acuerdo a sus hallazgos, 5 a 15 horas semanales de juego promovían una mejor visión y la habilidad de percibir detalles en un ambiente desordenado.
El hobby de los videojuegos contiene elementos que son útiles, como un auxiliar para desarrollar habilidades sociales, motoras, técnicas, visuales y emocionales, además del pensamiento crítico y lógico. Para aprovechar estos atributos es necesario establecer un diálogo abierto con los estudiantes y conocer de primera mano cómo influye en ellos su interacción con los videojuegos, la experiencia de jugar, competir y la convivencia consecuente junto a personas que comparten su mismo interés.
Artículo originalmente publicado en TecReview.
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