Las habilidades sociales, también llamadas “blandas” o soft skills, pueden y deben desarrollarse durante los primeros años de la educación y hasta la formación universitaria. No solo se relacionan con el éxito profesional, también con la calidad de vida e incluso con la participación ciudadana responsable.
Más de la mitad de la población en América Latina asiste a instituciones educativas públicas. Por esta razón, las escuelas de gobierno tienen un papel protagónico en el fortalecimiento de las habilidades sociales de las nuevas generaciones.
En el desempeño, la convivencia y el crecimiento laboral entran en juego diversos aspectos del individuo que aparentemente pertenecen a esferas distintas, pero que influyen por igual en la productividad, el bienestar y la satisfacción de las personas en el trabajo:
De acuerdo con los reclutadores, algunos ejemplos de habilidades sociales que hoy en día son tan importantes para la empleabilidad (como las competencias técnicas), son los siguientes:
Una persona con competencias sólidas en estas cuatro áreas no solo tiene mejores oportunidades laborales, también las herramientas necesarias para gestionar un buen equilibrio entre todas sus áreas de vida, ser un miembro activo de su comunidad, seguir aprendiendo a lo largo de la vida y buscar su plenitud integral.
En los siguientes ejemplos de competencias sociales abordaremos las 6 soft skills consideradas como las más importantes a desarrollar para que una persona pueda ingresar, mantenerse y crecer en un buen empleo.
La comunicación es un ejemplo de habilidad social directamente relacionada con el área cognitiva del razonamiento verbal, pero también con la empatía, la creatividad y la vinculación emocional.
La comunicación adecuada va mucho más allá de simplemente poder expresar oraciones con una gramática correcta.
Significa tener la capacidad de estructurar y sintetizar ideas cada vez más complejas, defender nuestros puntos de vista, expresar nuestras emociones sin ofender a otros, persuadir a los demás e invitarlos a formar parte de nuestro círculo, entre otras.
Algunas actividades escolares que ayudan a que los niños de primaria y secundaria fortalezcan sus habilidades de comunicación son:
Idealmente, algunas de las anteriores se convierten en hábitos de vida, como la lectura o la capacidad de expresar adecuada y específicamente nuestras emociones y expectativas.
Los estudiantes de bachillerato y universidad necesitan llevar sus habilidades de comunicación todavía más lejos con actividades como:
Cabe mencionar que el aprendizaje de una segunda lengua permite que el cerebro ejercite diferentes rutas léxicas y fortalezca sus habilidades generales de comunicación.
Entre los ejemplos de habilidades sociales, destaca trabajar en equipo. Esto no solo significa cooperar, también saber priorizar los objetivos del grupo por encima de los objetivos individualistas, así como aprender a tomar, ceder y delegar responsabilidades.
Sobre todo, a aportar opiniones, ideas y esfuerzo desde nuestros talentos únicos, mientras validamos y respetamos los talentos y aportaciones únicas de los demás.
Una de las mejores maneras de fortalecer todas las habilidades del verdadero trabajo en equipo en estudiantes de primaria y secundaria es a través de los proyectos STEM + responsabilidad social, ya que están estructurados de tal forma que habilitan la construcción colaborativa del conocimiento.
Por su parte, el trabajo en equipo en los niveles universitarios e incluso en bachillerato debe poder trascender los límites de la organización educativa.
Es decir, que los estudiantes aprendan a colaborar no solo entre ellos, también con alumnos y docentes de otras instituciones, organismos de gobierno e incluso organizaciones privadas para lograr proyectos cada vez más ambiciosos y empoderantes.
El pensamiento crítico implica tener una visión del mundo que va más allá de los factores y resultados evidentes y que nos permite comprender las causas y consecuencias profundas de todos aquellos fenómenos o situaciones que nos atraviesan de forma individual, comunitaria o sencillamente humana.
Gracias al pensamiento crítico podemos anticipar y resolver problemas, encontrar rutas de acción más eficientes y determinar objetivos más viables, tanto en el trabajo como en nuestra vida personal y nuestro papel ciudadano.
La mayoría de las actividades que permiten potenciar las habilidades de comunicación también son excelentes promotoras del pensamiento crítico, especialmente la lectura, la investigación de información en distintas fuentes y los debates.
Podemos darle aún más herramientas al pensamiento crítico de nuestros alumnos al exponerlos a realidades distintas a las que están acostumbrados. Por ejemplo, aprovechando las visitas de campo, las técnicas como la entrevista y la investigación cualitativa, así como los intercambios estudiantiles.
Autogestionarnos tiene mucho que ver con la capacidad de crear y seguir rutinas de estudio, trabajo, autocuidado y desarrollo personal, pero sobre todo, tiene que ver con la capacidad de modificar y optimizar esas rutinas para que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos individuales y grupales de formas más eficientes y saludables.
Para fomentar este ejemplo de habilidad social en nuestros alumnos tenemos que entender primero cómo funcionan los mecanismos de la motivación intrínseca y extrínseca, aprovechando ambos para enseñar a los estudiantes a automotivarse a lo largo de su vida.
Investigaciones en el terreno de la pedagogía han demostrado que, más allá del refuerzo positivo inmediato, tanto en niños como en jóvenes resulta más efectivo desarrollar la autogestión mediante el refuerzo de elementos emocionales positivos como el sentido de vida, la autoestima, la inspiración, la admiración, el empoderamiento y la responsabilidad.
Adicionalmente, una estructura en el aula con objetivos, responsabilidades y consecuencias perfectamente claras y a la altura de las capacidades de los alumnos, es mucho más recomendable que un “micro acompañamiento” en el cual les decimos a cada momento lo que deben hacer.
El liderazgo es una herramienta para generar poderosas sinergias de colaboración y lograr objetivos en conjunto que no podrían alcanzarse de forma individual, inspirando a las personas para que se sumen a un proyecto y den lo mejor de sí.
Este ejemplo de habilidad social interpersonal está estrechamente relacionada con la comunicación, el trabajo en equipo y la capacidad de empoderarnos a nosotros mismos y a otros, de descubrir nuevas oportunidades que nadie ha visto y de atrevernos a “pensar fuera de la caja”.
Para formar líderes necesitamos ofrecer a los estudiantes objetivos relevantes para ellos, que impliquen retos desafiantes pero logrables mediante el esfuerzo, la creatividad y el trabajo en equipo.
Con metodologías como el aprendizaje basado en proyectos, podemos asegurarnos de que, a lo largo de cada ciclo escolar, cada estudiante tendrá la oportunidad de ser líder en por lo menos un equipo de trabajo con un objetivo que sea de mucho interés para él o ella.
Para ilustrar, quizá uno de nuestros estudiantes esté interesado en el diseño de modas y su equipo trabaje durante algunas semanas en diseñar y confeccionar prendas con materiales sustentables. Quizá otro alumno esté interesado en combatir el acoso escolar y su proyecto se trate de generar concientización entre los alumnos de otros grados.
La responsabilidad social es lo que nos permite que el resto de nuestras habilidades interpersonales o socioemocionales estén orientadas a objetivos que son benéficos no solo a nivel individual, sino también a nivel comunitario.
Es gracias al sentido de la responsabilidad social que un estudiante brillante elige trabajar en un ramo sustentable en lugar de en una industria altamente contaminante, aunque reporte mayores beneficios económicos. También es lo que permite que utilicemos nuestras capacidades de negociación y persuasión para bien, sin aprovecharnos de otros.
La mejor manera de desarrollar la responsabilidad social es visibilizar tanto la vulnerabilidad como el privilegio, sensibilizando a nuestros alumnos sobre su papel protagónico en la construcción de un mundo mejor y convirtiendo a las acciones de participación ciudadana en un objetivo principal de la educación y no en una actividad secundaria.
Publicado originalmente en Blog Pearson.